Mavicure: un viaje al corazón ancestral del Guainía

Por Tierra Querida
Una mujer se sienta al borde del mundo, frente a un paisaje que parece arrancado del sueño de un dios. La escena es real: contempla los Cerros de Mavicure, tres colosos de granito oscuro que emergen del corazón selvático del Guainía, como si fueran el eco de una fuerza ancestral que aún susurra entre el viento y la piedra.
Lejos de las rutas convencionales y del bullicio de las multitudes, este rincón de Colombia permanece casi intacto. Es un santuario natural, cultural y espiritual que nos conecta con la tierra y con nosotros mismos. Para los pueblos indígenas piapocos, curripacos y puinaves, los cerros no son simples formaciones rocosas: son seres sagrados, espíritus vivos que protegen su cosmogonía y su territorio.
Mavicure no se visita: se escucha, se respeta y se siente.
¿Cómo llegar a Mavicure?
El viaje hacia este enclave mágico comienza con un vuelo desde Bogotá hasta Puerto Inírida, capital del Guainía. Desde allí, una travesía fluvial de 2 a 3 horas por el río Inírida conduce hasta el pie de los cerros. El trayecto, en sí, ya es una experiencia: el río se abre paso entre selva infinita, reflejando el cielo como un espejo líquido.
A lo lejos, como una aparición, se alzan Mavicure, Mono y Pajarito, recortados contra el horizonte. El acceso está regulado y solo puede hacerse con guías indígenas autorizados, ya que se trata de un territorio sagrado.
¿Qué hacer en Mavicure?
- Ascender al Cerro Mavicure: Una caminata exigente sobre roca viva que culmina con una vista que corta el aliento. Desde allí, el río serpentea como un hilo dorado entre el bosque virgen.
- Explorar la cultura viva: Dormir en malokas tradicionales, escuchar mitos alrededor del fuego y compartir con comunidades que han custodiado este territorio durante siglos.
- Avistar delfines rosados al amanecer, en uno de los puntos donde el río Inírida se vuelve poesía.
- Visitar la Estrella Fluvial del Sur, donde los ríos Guaviare, Atabapo e Inírida se funden para dar origen al majestuoso Orinoco.
Mavicure no es un destino. Es un llamado.
Viajar a Mavicure no es solo hacer turismo: es entrar en contacto con algo más grande. Aquí, la naturaleza no grita, susurra. Por eso, es fundamental hacerlo con operadores locales responsables, que trabajen directamente con las comunidades y protejan tanto su economía como su legado espiritual.
La experiencia no se limita a admirar el paisaje. Se trata de transformarse. De dejar atrás la prisa y reencontrarse con lo esencial.
Dicen los sabios del río que Mavicure es un espíritu dormido. Y quien lo visita, jamás vuelve igual. Porque en lo más profundo del Guainía, Colombia aún guarda un corazón palpitante de selva, piedra y sabiduría milenaria.
💚 ¿Ya empacaste la mochila?
Mavicure te está esperando. No como turista, sino como testigo de lo sagrado.
Una llamada que viene del alma de nuestra Tierra Querida.